Muck,
dem diese Bewegungen gegen ihn nicht entgingen,
sann nicht auf Rache, dazu hatte er ein
zu gutes Herz, nein, auf Mittel dachte er,
sich bei seinen Feinden notwendig und beliebt
zu machen.
Da fiel ihm sein Stäblein, das er in
seinem Glück außer acht gelassen
hatte, ein; wenn er Schätze finde,
dachte er, würden ihm die Herren schon
geneigter werden. Er hatte schon oft gehört,
daß der Vater des jetzigen Königs
viele seiner Schätze vergraben habe,
als der Feind sein Land überfallen;
man sagte auch, er sei darüber gestorben,
ohne daß er sein Geheimnis habe seinem
Sohn mitteilen können. Von nun an nahm
Muck immer sein Stöcklein mit, in der
Hoffnung, einmal an einem Ort vorüberzugehen,
wo das Geld des alten Königs vergraben
sei.
Eines Abends führte ihn der Zufall
in einen entlegenen Teil des Schloßgartens,
den er wenig besuchte, und plötzlich
fühlte er das Stöcklein in seiner
Hand zucken, und dreimal schlug es gegen
den Boden. Nun wußte er schon, was
dies zu bedeuten hatte. Er zog daher seinen
Dolch heraus, machte Zeichen in die umstellenden
Bäume und schlich sich wieder in das
Schloß; dort verschaffte er sich einen
Spaten und wartete die Nacht zu seinem Unternehmen
ab.
Das Schatzgraben selbst machte übrigens
dem kleinen Muck mehr zu schaffen, als er
geglaubt hatte.
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Muck,
a quien no pasaban inadvertidas estas maniobras
en contra suya, no abrigaba propósits
de venganza, para eso tenía buen
corazón, no, sino pensó en
el medio de hacerse más necesario
y querido para sus enemigos.
Se acordó del bastoncillo, que había
descuidado en sus momentos afortunados.
Pensó que, si encontraba tesoros,
los señores estarían más
dispuestos hacia él.
Había oído a menudo que el
padre del actual rey había enterrado
muchos de sus tesoros cuando el enemigo
invadió su país; se decía
incluso que había muerto sin haber
desvelado el secreto a su hijo.
Desde entonces, Muck llevaba siempre el
bastoncillo con la esperanza de pasar por
algún lugar donde estuviera enterrado
el oro del antiguo rey.
Una tarde, la casualidad le llevó
a un sitio apartado de los jardines de palacio,
que visitaba poco, y, de repente sintió
que el bastoncillo se agitaba en su mano
y golpeaba tres veces el suelo.
Ahora ya sabía lo que esto significaba.
Sacó su daga, hizo una señal
en los árboles de alrededor y se
dirigió rápidamente al castillo;
ahí se procuró una pala y
esperó a que llegara la noche para
actuar.
Por lo demás, el desenterrar el tesoro
le costó más trabajo del que
había supuesto.
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