»Tsing-pe!«,
sagte der Haushofmeister und lief wieder
alle Treppen auf und nieder, durch alle
Säle und Gänge; und der halbe
Hof lief mit, denn sie wollten nicht gern
auf den Leib getrampelt werden. Da gab es
ein Fragen nach der merkwürdigen Nachtigall,
die von aller Welt gekannt war, nur von
niemand bei Hofe. Endlich trafen sie ein
kleines, armes Mädchen in der Küche.
Sie sagte:»O Gott, die Nachtigall,
die kenne ich gut, ja, wie kann die singen!
Jeden Abend habe ich die Erlaubnis, meiner
armen, kranken Mutter einige Überbleibsel
vom Tische mit nach Hause zu bringen.
Sie wohnt unten am Strande, wenn ich dann
zurückgehe, müde bin und im Walde
ausruhe, höre ich die Nachtigall singen.
Es kommt mir dabei das Wasser in die Augen,
und es ist gerade, als ob meine Mutter mich
küßte!«
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-¡Tsing-pe!
-dijo el mayordomo; y vuelta a subir y bajar
escaleras y a recorrer salas y pasillos,
y media Corte con él, pues a nadie
le hacía gracia que le patearan el
estómago. Y todo era preguntar por
el notable ruiseñor, conocido por
todo el mundo menos por la Corte.
Finalmente dieron en la cocina con una pobre
muchachita que exclamó: -¡Dios
mío! ¿El ruiseñor?
¡Claro que lo conozco! ¡qué
bien canta! Todas las noches me dan permiso
para que lleve algunas sobras de comida
a mi pobre madre que está enferma.
Vive allá en la playa, y cuando estoy
de regreso me paro a descansar en el bosque
y oigo cantar al ruiseñor. Y oyéndolo
se me vienen las lágrimas a los ojos
y es como si mi madre me besase. |