Gerührt
sah ihn der Gastfreund an.
»Daraus erkenne ich«, sagte
er, »daß du mir ganz vergeben
hast, daß du mich liebst. Nimm meinen
innigsten Dank dafür!« Er sprang
auf und stand in seiner ganzen Größe
vor dem Griechen, dem vor dem kriegerischen
Anstand, den dunkel blitzenden Augen, der
tiefen Stimme seines Gastes beinahe graute.
»Dein Vorschlag ist schön«,
sprach jener weiter, »er möchte
für jeden andern lockend sein - ich
kann ihn nicht benützen. Schon steht
mein Roß gesattelt, schon erwarten
mich meine Diener; lebe wohl, Zaleukos!«
Die Freunde, die das Schicksal so wunderbar
zusammengeführt, umarmten sich zum
Abschied. »Und wie nenne ich dich?
Wie heißt mein Gastfreund, der auf
ewig in meinem Gedächtnis leben wird?«,
fragte der Grieche.
Der Fremde sah ihn lange an, drückte
ihm noch einmal die Hand und sprach:»Man
nennt mich den Herrn der Wüste; ich
bin der Räuber Orbasan.«
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El invitado
le miró emocionado.
-Por esto sé que me has perdonado
por completo y que me amas. Te doy las gracias
de todo corazón.
Se levantó y permaneció en
pie, de cuerpoentero, ante el griego, al
que casi espantaban la actitud combativa,
los ojos negros y brillantes, y la voz profunda
de su huésped.
-Tu proposición es hermosa- continuó
aquéllo , -para cualquier otro sería
tentadora, pero yo ni puedo aceptarla. Ya
está mi caballo ensillado, ya me
esperan mis servidores. ¡Adiós,
Zaleuco!
Los amigos a los que el destino había
unido tan extrañamente se abrazaron
al despedirse.
-¿Y cómo puedo llamarte? ¿Cuál
es el nombre de mi huésped, que siempre
vivirá en mi recuerdo?- preguntó
el griego.
El extranjero le miró largamente,
le apretó la mano una vez más
y dijo
-me llaman señor del desierto; soy
el bandido Orbasán.
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