Schön
sei einst sein Geschlecht gewesen, seine
Schwingen groß und stark. Da sagten
eines Abends des Waldes mächtige Vögel
zu ihm:»Bruder, wollen wir morgen,
wenn Gott will, zum Flusse fliegen und trinken?«
Und der Strauß antwortete:»Ich
will es.«
Als es tagte, flogen sie fort, zuerst der
Sonne, dem Auge Gottes, entgegen, höher
und immer höher hinauf, der Strauß
allen anderen weit voran.
Stolz flog er dem Lichte entgegen, er verließ
sich auf seine Kraft und nicht auf den Geber,
er sagte nicht:»Wenn Gott will.«
Da zog der rächende Engel den Schleier
von der Flammenstrahlenden, und gleichen
Augenblicks verbrannten des Vogels Schwingen,
elend sank er zur Erde nieder.
Er und sein Geschlecht vermögen niemals
mehr sich zu erheben. Sie fliehen in ewigem
Schrecken, stürmen im Kreise herum
in dem engen Raum, eine Mahnung für
uns Menschen, bei allen unseren Gedanken,
bei jeder Handlung zu sagen: »Wenn
Gott will.«
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En otros
tiempos, su especie había sido hermosa
y sus alas grandes y fuertes. Un anochecer,
las poderosas aves del bosque le preguntaron:
-hermano, mañana, si Dios quiere
nos podríamos ir a beber al río.
Y el avestruz respondió: -Yo lo quiero.
Al amanecer emprendieron el vuelo. Al principio
se remontaron mucho, hacia el sol, que es
el ojo de Dios. El avestruz iba en cabeza
de las demás, dirigiéndose
orgullosa hacia la luz en línea recta,
fiando de su propia fuerza y no de quien
se la diera.
No dijo «si Dios quiere».
He aquí que el ángel de la
justicia descorrió el velo que cubre
el flamígero astro, y en el mismo
momento se quemaron las alas del ave, la
cual se desplomó miserablemente.
Nunca más él y su especie
serán capaces de elevarse. Se fugan
aterrorizadas, describiendo estrechos círculos
en un radio limitado, lo cual es una advertencia
para nosotros, los humanos, que, en todos
nuestros pensamientos y en todos nuestros
proyectos, nunca debemos olvidarnos de decir:
«Si Dios quiere». |