Der Wagen
sollte nun den jungen König in sein
Reich holen. Der treue Heinrich hob ihn
und seine junge Gemahlin hinein, stellte
sich wieder hinten hinauf und war voll Freude
über die Erlösung seines Herrn.
Als sie ein Stück des Weges gefahren
waren, hörte der Königssohn, daß
es hinter ihm krachte, als ob etwas zerbrochen
wäre. Da drehte er sich um und rief:
»Heinrich, der Wagen bricht!«
»Nein, Herr, der Wagen nicht,
Es ist ein Band von meinem Herzen,
Das da lag in großen Schmerzen,
Als Ihr in dem Brunnen saßt
Und in einen Frosch verzaubert wart.«
Noch einmal und noch einmal krachte es auf
dem Weg, und der Königssohn meinte
immer, der Wagen bräche. Doch es waren
nur die Bänder, die vom Herzen des
treuen Heinrich absprangen, weil sein Herr
nun erlöst und glücklich war.
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La carroza
debía conducir al joven rey a su
reino. El fiel Enrique acomodó en
ella a la pareja y volvió a montar
en el pescante posterior; no cabía
en sí de gozo por la liberación
de su señor. Cuando ya habían
recorrido una parte del camino, oyó
el príncipe un estallido a su espalda,
como si algo se rompiese.
Volviéndose gritó:
«¡Enrique, que el coche estalla!
- No, no es el coche lo que falla,
es un aro de mi corazón,
que ha estado lleno de aflicción
mientras viviste en la fontana
convertido en rana.»
Otra vez y otra vez se oyó aquel
chasquido durante el camino, y siempre creyó
el príncipe que la carroza se rompía;
pero no eran sino los aros que saltaban
del corazón del fiel Enrique al ver
a su amo redimido y feliz.
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