Auf der
Pyramide stand zur Erntezeit der Adler,
er sah einen stattlichen Zug reichbeladener
Kamele, köstlich gekleideter, bewaffneter
Männer auf schnaubenden arabischen
Rossen, heranziehen. Silberweiß schimmerten
ihre Leiber, die rötlichen Nüstern
bebten, und lange, dichte Mähnen hingen
bis zu den feinen Fesseln hinab. Reiche
Gäste, ein königlicher Prinz aus
dem Lande Arabien, schön wie ein Prinz
sein muß, hielten ihren Einzug in
dem stolzen Hause, wo nun das Storchnest
leer stand. Die, die droben zu wohnen pflegten,
waren ja jetzt im nördlichen Lande,
aber bald würden sie wieder zurückkommen.
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Und gerade an dem Tage kamen sie, an dem
die Freude und Lust ihren Höhepunkt
erreicht hatten. Hochzeitsjubel herrschte
im Hause, und Klein-Helga, im Schmuck von
Juwelen und Seide, war die Braut. Der Bräutigam
war der junge Prinz aus dem Lande Arabien,
und beide saßen am obersten Ende des
Tisches zwischen Mutter und Großvater.
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En la
época de la cosecha, el águila
desde la cúspide de la pirámide,
vio una magnífica caravana de cargados
camellos y hombres armados y ricamente vestidos,
que cabalgaban sobre resoplantes caballos
árabes. Eran corceles soberbios,
con los ollares en perpetuo movimiento,
y cuyas espesas melenas les colgaban sobre
las esbeltas cuartillas. Ricos huéspedes,
un príncipe real de Arabia, hermoso
como debe serlo todo príncipe, hacían
su entrada en la soberbia casa donde la
cigüeña tenía su nido,
ahora vacío. Sus ocupantes se hallaban
en un país del Norte, pero no tardarían
en regresar.
Y regresaron justamente el día en
que mayor eran el regocijo y la alegría.
Se celebraba una boda: Helga era la novia,
vestida de seda y radiante de pedrería.
El novio era el joven príncipe árabe;
los dos ocupaban los sitios de honor en
la mesa, sentados entre la madre y el abuelo.
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